Un viejo caserío precioso y acogedor situado en un espacio natural bellísimo. La decoración está muy cuidada y el confort es máximo. Los propietarios son encantadores y te hacen sentir como en casa. Charlas con ellos como si los conocieses de toda la vida. No te falta de nada, incluído un excelente Rioja al caer la tarde. Estábamos sólo de paso, pero desde luego que volveremos con tiempo. Genial, de verdad.